San Juan de la Palma aun no está abierta. Casa Carreras hace horas que echó la cancela y el Vizcaino no abre por la tarde porque no hay ensayo de la gente del olivo. Por el polvo y el café de Remesal el tiempo no pasa y ni siquiera se ve el autobús por Correduría mientras el cierre de la Abacería duele al oído. El olor a carne se mezcla con el pescado en un riachuelo de color indefinido que baja por el mercado buscando el anonimato del primer usillo y a lo lejos la calima de la tarde nos diluye la forma de los coches que ya ni aparcan en doble fila. Nadie en la calle, nadie en las terrazas ni en las ventanas. No hay ruido, no hay palabras y tan solo se adivina la conversación que Rosarios y Esperanzas de Mensaque mantienen entre balcones.
A la gente del barrio siempre nos echaban en cara que los sábados por la tarde no había vida en el barrio, pero lo que nunca supieron los forasteros fue que ese era el momento donde más latía el corazón del pendón verde. Tras el ajetreo semanal y el vocerío imperante entre el mercado y la calle durante toda la semana, el barrio se reinventaba cada sábado por la tarde. Era el momento de reencontrarse a si mismo, lejos de las voces que en las tabernas hablaban de exaltación de amistad y aun más lejos de las promesas de mercaderes anunciando las panaceas de sus productos.
El autor de este blog busca ahora su sábado. Una vez cerró el blog porque pensó que ninguna bitácora es digna de hacer que una amistad se pierda. Volvió porque voces amigas se lo pedían y él tenía necesidad de escribir cosas. Siempre fiel a su verdad y a sus sentimientos escribió desnudándose porque como dijo Mario Bellatin “escribir es mostrar la huella digital del alma”. Conocía a la gente del barrio y sabía que aunque a veces brutos y viscerales, eran buena gente y también se presentaban desnudos del alma. Pensaba el bloguero que todo el que se acercase y aceptase una cerveza en Vizcaino y unos chicharrones de Roiz vendría tan desnudo como los naturales del barrio . . .
Pero no siempre fue así, en el barrio somos gente simple de mente y a veces ocurre que algún forastero entre cerveza y altramuces nos cuenta historias tan bellamente adornadas y explicadas que acabamos creyéndolas a pies juntillas. Tanto, que a veces olvidamos que estamos en el Vizcaino o en La Viña y salimos para ir a tomar una cerveza a un lugar mejor, mas elegante y donde, según nos cuenta, la bebida es más exquisita.
Sin embargo, justo antes de salir del barrio por Viriato, este bloguero se encontró con su Amigo del Corralón. Ese Amigo que tanto sabe de historias verdaderas e inventadas fue quien, separándome del forastero me habló del sábado, de los sábados por la tarde de la gente del barrio. Me dijo que el sitio del que hablaba el forastero no existía, era invención suya, que ni siquiera el forastero era quien decía ser. Que mi sitio estaba en mi barrio y con mi gente.
El bloguero ni siquiera pudo indignarse o enfadarse con el forastero, como decía la reina Cristina de Suecia “podrá engañar a los hombres, pero no a su conciencia”, así que simplemente le dije adiós y volví de la mano del Amigo del Corralón hacía la Plaza de los Carros. Mientras volvíamos, notaba como mi gente no me miraba igual, había estado a punto de dejar a mi gente de siempre, de cambiar su alegría por una mentira, su seguridad por una falacia, sus risas y cariño por una utopía.
Era ya casi la tarde del sábado, y me sentía solo. La gente del barrio se retiraba a reencontrase con ellos mismos, con su gente y con su vida. Allí en la Plaza de los Carros, un hombre de rodillas con barba y greñas, alargó sus brazos abiertos a través de unos azulejos trianeros. La tarde del sábado podría pasarla con Él y su gente . . . mi gente. Pero ya no saldría más, el bloguero no quería ver como otro forastero o quizás el mismo podía volver a hacer algo similar a la gente de su barrio.
A todos los que alguna vez aceptasteis la cerveza y los chicharrones desnudos de alma os añoraré. Seguiré escribiendo pero echando de menos nuestras cosas y nuestra ciudad, y en el blog en que lo haré sólo habrá literatura y lengua anglo-germánicas. No habrá cerveza, pero tampoco forasteros que puedan sacarme del sábado de mi barrio.
Gracias a todos los que vinisteis de verdad. Un abrazo.